Latitudes/RK; Frédéric Deval & Lysiane Gauthier © CAPC Musée d’art contemporain de Bordeaux
Comisarios

4.543 miles de millones. La cuestión de la materia

CAPC musée d’art contemporain Bordeaux, Bordeaux, Francia, 29 junio 2017–7 enero 2018

Exposición con obra de: A.J. Aalders, Lara Almarcegui, Maria Thereza Alves, Félix Arnaudin, Amy Balkin, Alessandro Balteo-Yazbeck en colaboración con Media Farzin, Bernd Becher y Hilla Becher, Étienne Denisse, Hubert Duprat, Giulio Ferrario, Ângela Ferreira, Anne Garde, Ambroise-Louis Garneray, Terence Gower, Rodney Graham, Ilana Halperin (también en el departamento de zoología de la Université de Bordeaux), Marianne Heier, Christina Hemauer y Roman Keller, Lucas Ihlein y Louise Kate Anderson, Jannis Kounellis, Martín Llavaneras, Erlea Maneros Zabala, Nicholas Mangan, Fiona Marron, Alexandra Navratil, Xavier Ribas, Alfred Roll, Amie Siegel, Lucy Skaer, Alfred Smith, Rayyane Tabet, Pierre Théron, Pep Vidal, Alexander Whalley Light, Stuart Whipps (también en el Musée des Beaux-Arts) así como documentos y ‘objetos significativos’ procedentes del fondo documental del CAPC, los Archives Bordeaux Métropole, los Archives départementales de la Gironde, y la colección geológica de la UFR Sciences de la Terre et de la Mer, Université de Bordeaux.

“4.543 Billion. The Matter of Matter” fue una exposición colectiva que reunió a más de treinta artistas de distintas épocas y procedencias, y presentó más de un centenar de obras que abarcan dos siglos. La muestra examinaba la intersección entre la producción artística, los acervos culturales y las historias del arte con los procesos ecológicos y las escalas temporales geológicas.

La exposición se desplegaba como un continuo de materiales y paisajes temporales —incluyendo películas, obras sobre papel, fotografías, esculturas, documentos y objetos resonantes— y partía de la propia historia del edificio del museo CAPC: antaño un almacén de mercancías coloniales, cuyos muros de piedra caliza estuvieron alguna vez en las profundidades de la Tierra, y cuyas vigas de madera provinieron de un bosque vivo del norte de Europa.

Una de las propuestas centrales de la exposición fue considerar que las obras de arte participan tanto de la historia geofísica como de la historia del arte. La exposición buscaba conciliar perspectivas microlocales con escalas planetarias, proponiendo que ciertas historias del arte podrían reinterpretarse como fragmentos dentro de narrativas más amplias sobre la Tierra: su composición material, sus temporalidades y las formas en que la presencia humana ha quedado inscrita en ellas. ¿Qué está en juego, se preguntaba la exposición, cuando el arte y los museos cultivan una mayor conciencia temporal y material? ¿Cómo podrían estas instituciones trascender el marco espacial dominante de “pensar globalmente, actuar localmente” en favor de un imperativo más duracional: “pensar históricamente, actuar geológicamente”?

Rechazando un relato simplista en el que la modernidad es el único agente responsable del desorden ecológico global —o en el que la “humanidad” es invocada como un sujeto indiferenciado de responsabilidad—, la exposición proponía una mirada situada sobre el pasado. Muchas de las obras abordaban las ramificaciones persistentes de fuerzas coloniales pasadas y presentes, destacando las acciones y legados específicos de individuos, corporaciones, estados y sistemas políticos. Estas prácticas evidenciaban cómo los agentes minerales y procesos orgánicos han sido co-constitutivos de la cultura, y subrayaban cómo los regímenes de la industria extractiva han moldeado materialmente las prácticas estéticas, las infraestructuras institucionales y la circulación global del arte.

Varias de las propuestas de corte más investigativo y documental trazaban las relaciones entre el arte moderno, los museos y las riquezas generadas por economías extractivas. Estas aproximaciones combinaban a menudo metodologías procedentes de las ciencias de la Tierra, la historia política y la sociología crítica para indagar en las epistemologías e injusticias incrustadas en el sector cultural. Otras contribuciones adoptaban registros más sensoriales o especulativos —empleando estrategias fílmicas, escultóricas, gráficas o atmosféricas para explorar temas como la energía, la transformación material o el intercambio metabólico. Ya fuera a través de reflexiones sobre la luz solar, las ecologías forestales, los derivados petroquímicos o las propias demandas infraestructurales del montaje expositivo, las obras expandían colectivamente el alcance temporal y ontológico desde el cual comprender la implicación del arte con la materia planetaria.
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